Entrevista a Irene Senac (Entrenadora CHH Txuri Urdin IHT) tras su asistencia al WISH

Irene Senac: rompedora de barreras, lideresa de equipos y soñadora sobre hielo. Así es la entrenadora que ha llevado el hockey femenino español al mundo en el último WISH

Irene es una de las grandes referentes del hockey hielo femenino nacional, apenas sobrepasa la treintena y ya es campeona de la Liga Ibérica como jugadora y entrenadora. Diplomada en Psicología, también es la actual embajadora en el programa global de alto rendimiento «WISH» desde un fuerte compromiso con importar metodologías punteras y potenciar a las próximas generaciones. Por si fuera poco, Irene señala siempre el reto de visibilizar a más mujeres en los hielos y los banquillos y la particularidad de vivir esta experiencia única desde España.

Inicios y motivación

●​ ¿Cómo recuerdas tu primer contacto con el hielo y qué te atrajo finalmente del hockey respecto a otras disciplinas?
Mi primer contacto con el hielo fue cuando tenía unos 8 añitos. Por aquel entonces vivía en Collado Villalba con mi familia. Nos habíamos mudado de Zaragoza a la “gran ciudad” (Madrid) por motivos laborales de mis padres. Y, tanto a mi hermano mayor como a mí, nos encantaba patinar sobre ruedas. Las “horas de parque” de mis padres eran más bien horas de patinar y patinar por la ciudad o por parques con suelos adaptados para ello. Por eso mismo cuando anunciaron que abrían la pista de hielo, mi madre decidió llevarnos a una de las sesiones de patinaje libre. Lo que no sabía ella es que esa decisión sería algo que marcaría tanto en nuestras vidas. ​

Tanto mi hermano como yo nos enamoramos del patinaje sobre hielo. Era como patinar sobre ruedas pero sin el calor, era más fácil coger velocidad. Derrapar soltaba nieve y eso hacía que pudiéramos competir a ver quién conseguía subir más nieve de una frenada a lo largo de la valla. Al ser en un sitio cerrado, podíamos echar carreras esquivando a la gente que se iniciaba en este deporte y eso lo hacía aún más divertido. ​

Por aquel entonces, había partidos de hockey senior masculino y no nos perdíamos uno.

Recuerdo ver a jugadores ahora veteranos del CH Madrid. Su habilidad de esquivar las cargas, coordinar el palo con el patinaje, la velocidad, el puck y como lo movían para hacer jugadas y llegar a gol. Me flipaba.

​Mi madre se informó sobre cómo podíamos pasar más tiempo aprendiendo a patinar y le hablaron de los clubes de patinaje artístico y hockey. A mí, por aquel entonces, me encantaba la idea de jugar a hockey, pero en aquella época no se planteaba la opción a chicas que quisieran jugar a este deporte. Era algo impensable. Aunque le insistí mucho a mi madre, no había manera de que el club tuviera un hueco para mí en ninguna categoría y, como prefería estar en el hielo que no tener nada, terminé apuntándome a patinaje artístico.​

La idea de llevar faldas y vestidos de Swarovski no me apasionaba pero, terminé enamorándome de la disciplina que requería mejorar en el patinaje artístico. Repetir un elemento una y otra vez hasta que finalmente no me caía de culo y aterrizaba de pie. No te voy a engañar, si aterrizaba de culo aún, pero muchas de las veces aterrizaba en el hielo con la cadera, de cara.. y eso ya no era tan divertido. Sí que es cierto que dentro del hielo entraba en una burbuja donde todo lo demás desaparecía. Me hacía levantarme con ilusión cada mañana. Saber que iba a ponerme los patines después de clase y tenía que preparar X elemento para la próxima competición.​

Mientras seguía mi carrera deportiva en patinaje artístico, no me olvidaba de mi pasión frustrada; el hockey. No me perdía un partido de hockey. Los veía todos, los que jugaba mi hermano, los del senior, los de categorías inferiores. De hecho, me hice amiga de muchos de ellos que tenían mi edad y alguna vez me dejaban un palo y jugábamos en el parking con una pelota.​

Cuando cumplí los 15, llevaba un ritmo muy bueno en el patinaje, pero tuve una lesión grande de rodilla que me apartó del hielo más tiempo de lo esperado. Tuve que operarme, hacer rehabilitación y… cuando volví al hielo, seguía con dolores. Esto hizo que me frustrara mucho ya que muchas cosas que hacía antes de la lesión, mi cuerpo ya no me permitía hacerlas. Además, había perdido mucho ritmo en un momento vital como patinadora. Ya que cuando llegas a esa edad, debes decidir si apuestas por llegar al siguiente nivel (internacional) o si lo mantienes como un hobby. Estaba lejos de volver a recuperar el ritmo necesario para llegar al próximo nivel y no concebía competir en esa disciplina tan solo como un hobby. Me encontraba en el limbo.

Comencé a tener mucha ansiedad competitiva. En aquel momento, lógicamente no sabía qué era lo que me pasaba, tampoco mis entrenadores, pero en las competiciones la presión podía conmigo. Quería correr y mi cuerpo no corría conmigo. Mi cabeza iba a un ritmo diferente al de mi cuerpo. Y el patinaje dejó de ser aquello que me evadía del mundo y se convirtió en una carga más. ​

Recuerdo un campeonato de España que, a priori, debía ganar. En la competición del sábado fallé el primer elemento, que habitualmente hacía sin ningún problema. Mentalmente no remonté ese error durante todo el programa y me hizo acumular más fallos. Cuando oí la posición en la que me colocaba la puntuación de mi programa me derrumbé. La 14. ¿En serio toda la dedicación y trabajo para acabar haciendo esto? Me machaqué. Mucho. Todo el día y toda la noche. Cuando sonó mi despertador a las 5 am para abordar el último día de competición apenas tenía energía, ni física ni mental, ni para hacerme el moño. Solo pensaba en mi examen de física y química que tenía la siguiente semana. Repasaba la tabla periódica mentalmente una y otra vez. Ya que ya había perdido la competición, al menos no quería suspender el examen que no había podido preparar bien por preparar la competición.

Entré en un estado mental de extraña paz en el que dejé de lado la competición. Incluso cuando estaba en el hielo esperando a que sonase la primera nota de mi programa. Gracias a que mi cabeza no estaba tan centrada en la tarea que estaba realizando, hice el mejor programa que jamás había hecho. ​

Entré en un “estado de flow” donde, al haber automatizado tanto a lo largo de los entrenamientos, mi cabeza me permitió rendir al máximo y además, disfrutarlo. Que hacía tiempo que no lo hacía. Al finalizar escuché mi puntuación sin saber qué esperar de ella, ya que no era consciente en ese momento de haber hecho tan buena actuación. Remonté. A la primera posición. Fue entonces cuando me di cuenta que esa etapa había llegado a su fin. Me había centrado tanto en los resultados que olvidé que lo que me hacía feliz era estar en el hielo.

Ese verano hablé con mi madre sobre la idea de retirarme del patinaje pero retomar mi ilusión frustrada del hockey. Sabía que no había hueco para mí en equipos de competición pero no quería una vida lejos del hielo. Me apunté a “hobby hockey” y entrenaba un par de veces por semana. Le cogí el gusto a lo patosa que era en un mismo entorno donde había dominado tanto otra disciplina y, a la vez, volví a disfrutar de estar en el hielo sin sufrir presión por nada. Así que me piqué tanto conmigo misma, que me pasé el verano jugando con mi hermano en la terraza con los sticks y una pelotita. Como él sabía mucho, me daba consejos para llevarme mejor con el palo, ya que por aquel entonces me estorbaba más que me ayudaba.
En uno de esos entrenamientos de hobby hockey, en la grada estaba un padre que tenía a su hija, por aquel entonces muy pequeña, en el club de Majadahonda. Me vio jugar un partido amistoso y bajó a hablar conmigo para convencerme de que me apuntase al equipo senior femenino. “Ya me encargo yo de hablar con el club” dijo. Así que, eso hice, mandé la solicitud para el equipo de competición del club.​

El hockey femenino al menos ya existía y, aunque no había muchas chicas, por aquel entonces la liga estaba compuesta por el Majadahonda, Valladolid -que entrenaban en ruedas y competían en la liga de hielo también- y Logroño. ​

Me hicieron un hueco en el equipo senior que, por aquel entonces tenía grandes jugadoras de la selección española. Compartía banquillo con María Gurrea, pionera del hockey femenino español que abrió, por primera vez en la historia, fronteras internacionales habiendo jugado en Suiza. A su lado, yo era una auténtica paquete, pero me ayudó mucho a crecer la confianza que ella tenía en mí. Le gustaba lo competitiva que era por mejorar. Le agradezco al patinaje artístico esa faceta de competición individual conmigo misma. “Picarme” por mejorar constantemente. No saber como se hacía algo hacía que viera videos en Youtube o me fijara en otros/as jugadores/as para ver como lo hacían y probarlo yo.​​

En marzo de 2010, competía por una primera posición en el campeonato de España de patinaje artístico y, en septiembre del mismo año, me preparaba para mi primera temporada de competición en la liga nacional senior femenina.

Para la Irene de 8 años, yo ya estaba cumpliendo mi gran sueño. Lo que no sabía es que sería el inicio de muchos más.

●​ ¿Qué personas (familiares, entrenadores…) y qué momentos marcaron tu decisión de apostar por el hockey de forma profesional?
Mi gran referente siempre fue mi hermano. Fui afortunada de tenerlo tan cerca porque aprendí de él no solo a nivel técnico y táctico, sino también a entender los entresijos de un equipo: el vestuario, la importancia de las relaciones humanas y cómo la felicidad compartida fuera del hielo se traduce en un mejor rendimiento dentro de él.

Pero también he tenido entrenadores que han marcado profundamente mi forma de entender el deporte y que, sin duda, han influido en la metodología que aplico hoy como entrenadora. Jordi Lafarga, mi entrenador de patinaje artístico desde que empecé hasta que lo dejé, me enseñó que lo importante era quién era yo como persona, más allá del resultado. Fue la primera inspiración de una forma de entrenar que hoy sigo llevando por bandera, y siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Después, cada entrenador que tuve me dejó aprendizajes: de algunos recogí lo que quería aplicar y de otros lo que no. Con Christian Yngve viví mis mejores años de competición porque supo equilibrar el cariño y la exigencia, confiando en mi potencial. Y con Harry Rosenholtz, además de ser seleccionador en los últimos años de mi carrera como jugadora, encontré un gran apoyo: él apostó por mí para que siguiera en el hockey también como entrenadora y me abrió las puertas de Europa, algo que marcó mis primeros pasos en los banquillos.

Mis padres, por su parte, han sido y son fundamentales. Ellos me enseñaron que soñar es bonito, pero que los sueños no se cumplen sin trabajo, disciplina y decisiones valientes. Yo no habría podido cumplir el mío —jugar a hockey en un equipo femenino— si no hubiera sabido soltar, en el momento oportuno, una disciplina que tanto me dio: el patinaje artístico.
Esa decisión, guiada primero por el instinto y después comprendida gracias a mis estudios en psicología deportiva, fue clave para abrir un nuevo camino.

Moisés Molina se convirtió en una especie de padrino en mis primeros pasos como jugadora.

Él vio en mí cualidades de liderazgo y carácter que yo misma no entendía todavía. Gracias a él terminé en el equipo de competición de Majadahonda, y meses después, en un entrenamiento, me pidieron hacer unas pruebas para la IIHF sin explicarme demasiado y, semanas después, me comunicaron que había sido seleccionada para los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2012. Viajé a Finlandia sin saber muy bien a qué iba, con un inglés muy justo y rodeada de jugadoras con más experiencia que yo. Y, aún así, terminé desfilando en la ceremonia inaugural y saltando al hielo con el número 18 en mi espalda, el de mi hermano. Aquella experiencia fue un punto de inflexión: entendí que quería seguir representando a España y que mi camino estaría ligado al deporte de alto rendimiento. No era fácil imaginarlo en un hockey femenino tan incipiente, pero decidí disfrutar del proceso y sembrar mi granito de arena para que, aunque yo no pueda vivirlo plenamente como jugadora o entrenadora, las próximas generaciones sí lo hagan.

Trayectoria y retos superados

●​ Has sido campeona como jugadora y ahora entrenadora. ¿Qué diferencias emocionales y de responsabilidad encuentras entre ambos roles?

Cada victoria las he vivido de manera diferente por el momento vital en el que estoy cada vez que las he vivido. Sin duda las primeras veces son las más especiales. Tanto como jugadora, como estando de entrenadora en el banquillo. La primera vez que la gané como jugadora en Majadahonda fue especial, pero a la vez es una liga en la que apenas tuve protagonismo en el hielo. Aprendí mucho de las más veteranas, de sus errores y de sus aciertos. Luego vinieron otros títulos que a cada cual era diferente del anterior. Sin embargo, la primera liga que conseguí como jugadora para el Txuri fue algo mágico. Ver como un proyecto en el que llevaba años participando para que creciera se cerraba con un final fue apoteósico. Una liga y una copa, la primera que traíamos a la ciudad. La manera en que la ciudad compartió nuestro triunfo. Jamás lo olvidaré.

Como entrenadora la primera liga que ganamos fue también muy especial. Realmente no teníamos como objetivo proclamarnos campeonas. Centré el trabajo en seguir desarrollando habilidades en competición y las jugadoras aceptaban cada error como parte del proceso de aprendizaje. Eso hizo una mezcla que terminó dándonos el título. No te voy a engañar, me gusta ganar, por eso amo competir, pero si algo aprendí como jugadora es que los títulos, más en un deporte minoritario como este que no tienen recompensas económicas significativas por ganarlos, carecen de sentido si no recuerdas el proceso como algo que has disfrutado. Ese año si hubiéramos quedado segundas también habría sido un triunfo por como crecieron las jugadoras y por cómo me hicieron crecer como entrenadora.

●​ ¿Cuál ha sido el reto personal y deportivo más difícil que has superado en tu carrera?
Hay retos de todo tipo, me parece difícil escoger solo uno. Vivir lejos de mi familia y amigas de toda la vida es un reto del día a día. A lo largo de mi carrera personal y deportiva he tomado muchas decisiones donde el hockey estaba prácticamente en el centro. Conciliar la vida personal con la ilusión porque esto se convierta en algo profesional es difícil.
La transición de jugadora a entrenadora ha sido todo un reto profesional. El tipo de liderazgo que ejercía como jugadora no es el mismo que el que realizo como entrenadora. Sin duda tengo “resquicios” de cada una de las experiencias que el deporte me ha dado pero, no es lo mismo liderar “como una igual” que desde la posición de tomar decisiones que afectan a las jugadoras.

El gran reto es encontrar el equilibrio entre el desarrollo personal de cada jugadora y las decisiones que hay que tomar poniendo en el centro las necesidades del grupo.

Liderazgo, metodología y visibilidad

​ Has sido reconocida tanto por tus méritos deportivos como por tu resiliencia (Premio Superación Iberdrola 2021). ¿Qué significa ser un modelo de superación para las nuevas generaciones?
Para mí, recibir el Premio Superación Iberdrola fue un reconocimiento muy especial, porque detrás de él no solo están mis logros deportivos, sino también todas las veces que tuve que levantarme después de una dificultad. Ser considerada un modelo de superación no lo entiendo como una etiqueta personal, sino como la oportunidad de mostrar a las nuevas generaciones que los obstáculos forman parte del camino y que con esfuerzo, apoyo y confianza en una misma se pueden transformar en aprendizajes. Si con mi historia puedo ayudar a que otras chicas crean en sí mismas y entiendan que el deporte también es un espacio para crecer como personas, entonces todo habrá tenido sentido.

●​ ¿Cómo es tu metodología de trabajo? ¿Qué has intentado transmitir en el vestuario del Txuri Urdin y en tu entorno de entrenadora?
Mi metodología combina lo físico, lo táctico y lo mental, porque creo que el desarrollo integral de la jugadora es la clave. En el Txuri Urdin he intentado transmitir que el vestuario es un espacio seguro, de confianza y de crecimiento, donde cada jugadora se sienta valorada y disfrute del proceso mientras compite y aprende.

El programa WISH y la proyección internacional

●​ Cuéntanos cómo fue recibir la noticia de tu selección para el programa WISH. ¿Qué significa para ti representar a España en este entorno internacional?
Para mí fue todo un sueño, porque llevaba tiempo siguiendo este programa y deseaba mucho poder participar en él. WISH no es solo una formación en liderazgo y confianza, es también un espacio seguro donde compartes experiencias con mujeres de diferentes edades, países y deportes. Allí me sentí arropada al descubrir que muchas de las realidades que aún hoy resultan difíciles de cambiar no son individuales, sino estructurales. Esa conciencia me dio más fuerza para seguir creyendo que las próximas generaciones, con una formación más equitativa, podrán inspirar un deporte realmente seguro e inclusivo para todas las personas.

Además, fue increíblemente inspirador que todo el programa estuviera impartido por mujeres líderes en distintos ámbitos, referentes que transmitían cercanía y fuerza a partes iguales. El apoyo del COI también fue maravilloso: sus integrantes no solo participaron activamente en las clases, sino que se interesaron de manera individual en nuestras trayectorias, incluso en“la parte no tan bonita” de nuestras carreras deportivas, para entender dónde aún hay techos y cómo ayudarnos a que el deporte de alto rendimiento abra de verdad sus puertas.

Conocer las historias de tantas mujeres que luchan por su pasión y que abren camino fue profundamente inspirador y empoderador. Por eso, cuando la representante de la Federación Internacional anunció mi nombre junto al de otra entrenadora de mi disciplina, sentí un enorme orgullo y agradecimiento. Me encanta aprender y seguir formándome, y este reconocimiento me confirmó que ese camino merece la pena.

Además, fue muy especial descubrir que la otra entrenadora seleccionada era una jugadora húngara contra la que competí en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Innsbruck. Fue como cerrar un círculo y reencontrarnos, ahora, en esta nueva etapa como entrenadoras. Un momento mágico y muy significativo para mí.

●​ ¿Qué aprendizajes, ideas o metodologías te han impactado más en las sesiones presenciales de Hertfordshire y en el contacto con otras entrenadoras internacionales?
Lo que más me impactó de las sesiones presenciales en Hertfordshire fue la importancia que se dio al desarrollo de la entrenadora como persona, no solo como técnica. Muchas veces, en los cursos en España, el foco está únicamente en lo físico, lo táctico y lo técnico; en cambio, en este programa trabajamos habilidades de liderazgo, comunicación, gestión emocional y confianza, que son fundamentales para guiar a un equipo.

Además, el contacto con otras entrenadoras internacionales me abrió la mirada. Escuchar sus historias, sus retos y cómo los afrontan en contextos culturales tan diferentes fue inspirador.
Me di cuenta de que, aunque cada país tiene sus propias realidades, compartimos muchas dificultades similares, y eso genera un sentimiento de comunidad y apoyo mutuo.

Otro aspecto muy enriquecedor es que no se trata solo de un curso de una semana que termina y ya está. Hay un seguimiento real, con sesiones de mentoría de grandes líderes que te acompañan en tu proceso de mejora, tanto como entrenadora como como líder. Esa continuidad hace que todo lo aprendido se pueda aplicar de manera práctica y sostenida.

Me quedo con la idea de que el liderazgo no significa tener todas las respuestas, sino crear un entorno donde las jugadoras se sientan seguras para aprender, crecer y aportar. Esa es una metodología que estoy incorporando cada día más en mi forma de entrenar.

El futuro del hockey hielo femenino en España

●​ ¿Cómo crees que beneficiará al hockey femenino español tu participación en WISH? ¿Dónde estamos y qué nos falta para dar el siguiente paso competitivo?
Creo que mi participación en WISH puede beneficiar al hockey femenino español en varios niveles. Por un lado, me ha dado herramientas prácticas de liderazgo, comunicación y gestión de equipos que puedo aplicar directamente con mis jugadoras, ayudando a que no solo crezcan técnicamente, sino también en confianza, motivación y cohesión. Y por otro, me ha permitido conectar con una red internacional de entrenadoras y referentes que comparten metodologías, experiencias y recursos que podemos adaptar a nuestra realidad.

En cuanto al hockey femenino en España, creo que estamos en un momento clave: tenemos talento, ilusión y cada vez más niñas que se acercan a este deporte, pero todavía nos falta estructura, visibilidad y continuidad competitiva para dar un salto real. Necesitamos más inversión en formación específica para entrenadoras y entrenadores, más espacios para que las jugadoras puedan desarrollarse sin tener que renunciar a otros aspectos de su vida, y sobre todo un compromiso federativo y de clubes que apueste de verdad por el femenino como una prioridad, no como un complemento.
Si logramos eso, creo firmemente que podemos dar ese paso competitivo y situar al hockey femenino español en un nivel mucho más alto, porque la base humana y el potencial ya lo tenemos: solo necesitamos los medios y la visión adecuada.

●​ También eres parte de la HER Coaching Network en la IIHF. ¿Qué oportunidades reales ves para las mujeres en los banquillos y equipos directivos en España en los próximos cinco años?
Formar parte de la HER Coaching Network en la IIHF me ha permitido conocer de primera mano cómo se está trabajando para abrir oportunidades reales a las mujeres en los banquillos y en los equipos directivos a nivel internacional. En España estamos avanzando, pero la realidad es que mantenerse en este mundo no es fácil: en cada paso que damos, el contexto estructural te presenta obstáculos y motivos para tirar la toalla. Muchas veces es como remar a contracorriente y puede resultar agotador, pero eso hace que los logros tengan todavía más valor.

Creo que en los próximos cinco años pueden surgir oportunidades muy interesantes si se apuesta por la mentoría, la formación específica y la creación de redes de apoyo como HER.
Estoy convencida de que veremos más mujeres en los banquillos de equipos de alto rendimiento y en cargos directivos, y que estas presencias no solo serán simbólicas, sino que marcarán un cambio real en la estructura del hockey femenino en España. Lo importante es que se dé continuidad, que no sea un paso puntual, sino un compromiso sostenido que abra puertas para las generaciones futuras.

Inspiración y consejos

●​ ¿Qué consejo le darías a una niña que comienza en el hockey hielo en España hoy?
Le diría que disfrute cada momento sobre el hielo y que nunca deje de aprender. El hockey es un deporte exigente, pero también increíblemente divertido y formativo: le enseñará a trabajar en equipo, a confiar en sí misma y a superar obstáculos. Que se atreva, que pregunte, que se esfuerce, y que recuerde siempre que cada paso que da la acerca a cumplir sus metas.

​ ¿Cómo ves tu propio futuro: te gustaría liderar algún día la selección nacional absoluta, desarrollar una academia, dirigir fuera de España (PWHL quizás…)?
Mi futuro lo veo lleno de aprendizaje y momentos para crecer como entrenadora y como líder. A día de hoy, dirigir la selección de Euskadi es un verdadero privilegio. El País Vasco me ha dado mucho desde que llegué y poder aportar mi granito de arena a esta federación es, sin duda, algo muy especial y gratificante.
Me encantaría ser parte del equipo técnico nacional porque poder aportar a la selección nacional es algo único: a mí me ha brindado aprendizajes y experiencias mágicas que siempre recordaré.
En paralelo, llevo años con la ilusión de desarrollar una academia femenina que forme jugadoras y entrenadoras desde un enfoque integral, combinando habilidades deportivas y valores personales. Sé que es un proyecto complicado, porque las pistas de hielo son muy limitadas y encontrar horas libres para organizar campus es casi una misión imposible. Llevo tres años trabajando en esta idea y, aunque todavía no sé cuándo verá la luz, sigo convencida de que merece la pena luchar por ofrecer oportunidades de formación de calidad a las nuevas generaciones.

Que exista la PWHL es un sueño tanto como ex-jugadora como entrenadora. Sería increíble formar parte de una liga profesional femenina de este nivel, que además sirve de referencia para el desarrollo del hockey femenino español. Te mentiría si dijera que no me ilusiona poder aportar allí mi visión y experiencia.
Aun así, en un futuro más cercano me gustaría seguir contribuyendo al crecimiento del hockey en España, tanto formando jugadoras como entrenadoras, y crear un entorno en el que las chicas puedan desarrollarse plenamente, aprender, divertirse y crecer dentro y fuera del hielo. Esta formación tiene como objetivo mejorar las necesidades psicosociales de las jugadoras, por lo que es apta para cualquier hombre o mujer que tenga un papel activo con atletas femeninas, desde delegados/as hasta equipos directivos de clubes o federaciones. Más allá del cargo o de la competición concreta, lo que me importa es abrir puertas para otras mujeres y dejar un legado positivo para las próximas generaciones.

Ronda Rápida

●​ ¿Un ritual antes de partidos clave?
Escuchar música totalmente aislada del mundo. Utilizar el “mood” que me genera la música para visualizar aquello que quiero que ocurra en el partido así como posibles dificultades y de qué maneras las gestionaría.
●​ ¿Una jugadora que admires internacionalmente?
Una jugadora que admiro internacionalmente es Theresa Schaftal. He tenido el privilegio de compartir varios campus con ella en mi participación como ‘counselor’ y entrenadora en CHS Hungría y Suecia, cuando todavía jugaba profesionalmente en la Universidad de Vermont en la NCAA D1, antes de incorporarse a la PWHL. Theresa es austriaca, y proviene de un contexto similar al nuestro: una liga no más grande ni competitiva que la española y con pocas chicas en categorías inferiores.
Lo que la hace realmente inspiradora es su resiliencia, su ética de trabajo y, sobre todo, la forma en que disfruta cada momento sobre el hielo. La he visto desempeñarse como árbitro, DJ, contadora de mesa o entrenadora, y en todos los roles se le veía disfrutar, mejorar y transmitir diversión a quienes la rodean. Ver que una jugadora como ella llega a la PWHL, compartiendo línea con referentes como Hilary Knight, es un ejemplo inspirador para las jóvenes que quieren crecer en Europa. Además, Theresa representa valores que yo también intento transmitir fuera del hielo: compromiso, liderazgo y pasión por el hockey.
●​ ¿El mejor recuerdo que te llevas del vestuario?
El mejor recuerdo que me llevo del vestuario no es uno solo, sino el ambiente humano que se genera cuando la conexión entre jugadoras es profunda. En el hockey he encontrado amistades que son incomparables a cualquier otra fuera del hielo. Al fin y al cabo, en un partido, un torneo o una competición internacional se viven emociones muy intensas que te unen de una forma especial. Esa mezcla de nervios, ilusión, presión y celebración compartida crea un vínculo único: el vestuario se convierte en un lugar donde sabes que no estás sola, que siempre tienes a alguien a tu lado. Para mí, esos lazos son lo más valioso que deja este deporte.
●​ ¿Un sueño pendiente en el hockey hielo?
Que el hockey femenino sea visible, valorado y celebrado. Y, personalmente, poder dejar mi huella creando una academia que inspire, forme y empodere a las próximas generaciones, para que ellas sueñen todavía más grande que nosotras.

Mi sueño pendiente es que ninguna niña en España tenga que preguntarse si tiene sitio en el hockey hielo.

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